sábado, 14 de junio de 2014

El charro negro

En México existen muchas cuentos e historias que tratan sobre diferentes tipos de relatos, algunos se dicen haber ocurrido en realidad y otros solo pertenecen en mito pero eso sí, cuando se trata de leyendas mexicanas por lo regular uno espera escuchar sobre la llorona o ese tipo de cosas pero en este caso , se trata de la leyenda mexicana del CHARRO NEGRO, el cual se dice que era un hombre alto y de aspecto elegante portando un impecable traje de color negro, compuesto por un saco corto y una camisa, con pantalón ajustado y un sombrero de ala ancha se aparece durante las noches en los pequeños pueblos rurales montando en un caballo enorme y de color azabache. 



Aquellos quienes han tenido contacto con él han presentido el Diablo. El charro negro no ignora a los hombres, ofrece una amable conversación, pero claramente su interés es hacia las mujeres, las trata de seducir y a todas aquellas a quienes seduce y ceden a los intereses del charro negro, una vez que ellas se montan en el caballo se dan cuenta de que no pueden desmontarse y por más que ruegan y gritan el charro negro ignora sus llantos y sigue hacia un rumbo desconocido, se dice que toda mujer que se va con el jamás la vuelven a ver.

Aquellas mujeres quienes no ceden solo entablan una conversación amable con él y se retira lentamente al llegar el amanecer rumbo a la iglesia más cercana.

El rugido del tigre

Oswald subió al aeroplano que lo conduciría hasta Madhya Pradesh para matar a Abú, el mítico tigre blanco de bengala.

Desde su niñez, aquel hombre había escuchado cientos de leyendas que hablaban sobre la criatura. Algunos decían que se trataba de un ser inmortal, otros que provenía de lo más profundo del infierno y finalmente había quienes lo consideraban como un animal común y corriente.
Aunque la caza de animales exóticos está prohibida y sobre todo es mal vista por la mayoría de la población mundial, Oswald hizo uso de sus influencias para poder llegar a la jungla sin ser molestado y así tener la oportunidad de cazar a su presa.
Yo fui el encargado de transportarlo hasta las afueras de la zona prohibida. Lo dejé ahí, no sin antes lanzarle una advertencia:
- Por favor señor, no cruce esa línea, si Abú se da cuenta de que viene a cazarlo, lo destruirá.
- Déjate de leyendas muchacho, ese pobre animal tiene los días contados.
Oscureció en un instante, el viento empezó a soplar de tal manera que a Oswald se le pusieron los cabellos de punta. Tenía tanto miedo que sacó su escopeta y le apuntaba a todo lo que parecía algo viviente.
De repente, una luz intensa hizo que girara la cabeza rápidamente. No podía creer lo que estaba mirando, ante sus ojos se encontraba un gigantesco tigre blanco de enrojecidas pupilas.
Se aprestó a disparar, más quedó boquiabierto cuando la bestia comenzó a caminar en dos patas y cambió su aspecto a uno humanoide.
Absolutamente inmóvil, con una mirada de completo terror, sólo pudo sentir como el tigre cortaba su cuello lentamente con una de sus garras. Se desangró y su cuerpo fue devorado por la criatura.
¿Que cómo lo sé? Es que yo soy Abú.

miércoles, 11 de junio de 2014

El jurado del bosque

Plutarco ya había burlado varias veces a la ley. Esta vez lo perseguían para llevarlos de una vez por todas a la guillotina, dada la cantidad de crímenes atroces que había perpetrado. Entre ellos destacaban varios asesinatos y violaciones.

A lo lejos se podían escuchar las pisadas de los sabuesos, quiénes iban a toda velocidad siguiendo la pista de ese delincuente.
La tarde comenzaba a caer y Plutarco se percató de que estaba cerca de una zona frondosa del bosque. Trepó con gran destreza a la copa del árbol más grande que encontró y se escondió detrás de las hojas.
Uno a uno vio pasar a los perros de caza, quienes afanosamente trataban de seguir su rastro. Poco tiempo después la policía se retiró y el hombre se recargó en una rama para contemplar el anochecer.
No obstante, ignoraba que de ese bosque se habían inventado miles de cuentos de terror. Las hojas de los árboles empezaron estremecerse tan rápido y bruscamente que arrojaron a Plutarco al suelo.
En el aire claramente se oía la risa de miles de personas. Más no era una risita cualquiera, eran carcajadas que hacían estremecer hasta el más valiente.
De momento, se escuchó una voz gruesa que le dijo:
- Has burlado astutamente la justicia del hombre. Sin embargo, aún te falta enfrentarte al jurado del bosque. Hemos seguido tus fechorías desde hace varios años y tenemos el castigo idóneo para ti.
Varias ramas de los árboles se convirtieron en largos brazos de madera. Un par de ellos sujetó la boca de que el individuo haciéndole que la abriera. Entonces, una larga vara de espinas se introdujo por esa cavidad y le destrozó los pulmones.
Esta historia me la contó un amigo. Él asegura que se sabe miles de cuentos de terror todos los en www.cuentoscortos.info.

El vendedor de aspiradoras

Macario era uno de esos vendedores que podemos encontrar todavía hoy en algunos pueblos alejados de las grandes ciudades.
Lo malo es que todos los días recorría la misma ruta. Por lo que sus clientes anteriores, no le volvían a comprar mercancía hasta pasados unos cuantos años.
El vendedor de aspiradoras

Le suplicó a su jefe que lo cambiara de ruta para ver si con su ingenio lograba mejorar sus ingresos.
Su patrón le dijo:
- Mira Maca la única ruta que puedes cubrir es la de Nemesio, pero de una vez te advierto que hay muy pocas casas habitadas allí, así que lo más probable es que no vendas ni una sola aspiradora.
Las calles de esa zona del pueblo eran espantosas como si pertenecieran a verdaderas historias de terror.
No obstante, Macario se sentía inspirado y recorrió esas cuadras con su alegría acostumbrada. Una cabaña de madera avejentada por el paso del tiempo, llamó poderosamente su atención.
Tocó a la puerta y un anciano de bastón lo saludó efusivamente y mencionó:
- ¡Qué bueno que viene! Necesito una aspiradora que elimine fantasmas.
- Eso no existe. Pero tengo equipos muy modernos.
- ¡Déjenme probar el mejor que tenga!
Diciendo esto, el octogenario sacó una chequera y le entregó un cheque a Macario.
- Oiga señor, ¡pero esto es mucho dinero! Además las pruebas no tienen ningún costo.
- Déjate de cosas hijo, si esto resuelve mi problema, te estaré eternamente agradecido.
El anciano se metió su casa y se escuchó cuando encendió la aspiradora. Segundos después, un ruido ensordecedor saturó el ambiente. Macario se asomó por la puerta y no había nadie en la cabaña, ni muebles, ni siquiera la aspiradora.
La realidad fue que el hombre y el fantasma eran la misma persona. Pronto más verdaderas historias de terror.